La historia comienza y no termina nunca cuando se escucha a la propia familia y a muchas amigas muy pero muy cercanas señalar con dedo inquisidor las actuaciones de otras, tachar como estúpidas las decisiones que se adopta en torno a la vida, empujar para que se actúe con “malicia” contra los agresores, incentivar a realizar una denuncia y luego sin el mínimo de empatía abandonar a la amiga, a la hija, a la madre, a la mujer y al ser humano –Dejarla sola –
Te ofrecían estar…
Luego viene la
fase de la competencia en el trabajo, en
donde la batalla se disputa por quien es
la mejor madre, la mejor mujer, la más religiosa, la mejor vestida, la
esposa-trabajadora perfecta que a similitud de una deidad puede con todo y es
que uno, que a duras penas puede “con dos”, a “medias” y eso que uno trabaja bajo una jornada
especial de “seis horas” que le da tiempo "porque el hijo
tiene discapacidad..."
Y eso que yo, a las SIETE de la noche, ya no puedo, no
resisto y debo dormir (porque soy una vaga), porque me canso y ya me duermo,
porque soy humano.
¡Qué peligroso
trabajar con una super-woman!
Posteriormente y
sin quitarle importancia vienen todas aquellas mujeres que sí:
Son más valientes
que tú, más fuertes, más preparadas, más leídas, más independientes, más
activas, más feministas, que deshacen a
las otras a pe-da-zos por no poder ser como ellas y por no poder conjugarlo
todo en una misma sopa…
Tener una
familia, ser madre, ser profesional, ser santa, ser “puta”, tener hijos, ser
perfecta : per-fec-ta y ADEMÁS:
¡Ser feminista!
Aquellas mujeres
que defienden a las mujeres que les “parece” y se matan la vida criticando a
las demás, a todas las demás…
Las que saludan
con quien les conviene y el derecho humano de la igualdad les dura en su
círculo, con sus amigas, con sus mujeres.
¡Cómo se sufre en
este mundo “feminazii”!
Porque nos
exterminamos entre nosotras, porque nos catalogamos como más o menos “feministas”
porque tenemos conceptos mal aprehendidos, porque entre mujeres no nos respetamos,
no sentimos y no nos amamos, porque juzgamos ignorando realidades.
Porque queremos
imponernos entre nosotras y no ante un sistema.
“Cuando las mujeres denigran a
otras mujeres en realidad le están gritando
al mundo que están más preocupadas por la “competencia” que por su propio
progreso” (este párrafo no
es mío)
¡Es hora de preocuparse!
No soy ni más ni
menos feminista que tú...
Soy un ser humano y me preocupan todas.
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